Por Jorge Luis Scherer.
Del magnífico irreverente Marco Bellocchio, se estrenará en estos días su penúltima película, “Sangre de mi Sangre” (2015), donde vuelve a poner su ojo histórico en las prácticas inquisitorias de la Iglesia y traza un paralelismo con el mundo actual, globalizado, y perverso. Bellocchio, próximo a cumplir 77 años, ha combatido con fiereza la posición paternalista del Estado y la fuerte influencia de la religión en la cultura italiana. Filmes como “Con los puños en los bolsillos”, “Vincere” “La hora de la religión”, y “Bella Addormentata” son sólo una muestra de un estilo visual puesto al servicio de las ideas.
Apenas era un “bambino” cuando los curas del colegio salesiano de la Villa de Bobbio lo marcaron como un espíritu rebelde. Y como muchos alumnos de instituciones religiosas, no dejaría pasar mucho años para que se declarara ateo, y poco después, comunista. Cuando se le dio por estudiar cine, sabía lo que quería, el país y la sociedad estaban cambiando profundamente, y él se entusiasmaba en hacer ese retrato de la nueva mezquindad espiritual de la burguesía. Para fines de los ´50, aquella extraordinaria cinematografía humana del Neorrealismo Italiano había llegado a su fin. La preocupación de los cineastas ya no pasaba por los desposeídos que corrían tras un rayo de sol para calentar su osamenta como en “Milagro en Milán” o la necesidad de robar de un hombre sin trabajo y desesperado en “Ladrón de bicicletas”. Entrar en los años 60, significaba observar los nuevos tiempos y describir costumbres y psicología de la nueva burguesía italiana. Tal vez fue “La Dolce Vita” (1960) de Fellini la que inició el camino, seguido por Antonioni con “La Noche” (1961), y de vuelta Fellini con “Ocho y medio” (1963). Risi, Bolognini y Pasolini también entraron en esa década pisando fuerte en el drama y la comedia. Cuando Marco Bellocchio escribió y filmó su primera película “I pugni in tasca” (“Con los puños en los bolsillos”, 1965) era muy joven y tenía los ojos puestos en describir a sus pares, los más jóvenes de esa nueva burguesía, a los que veía diferentes a sus padres. Bellocchio estaba observando a una generación con profundos problemas existenciales donde todo estaba para ser cuestionado. En este retrato feroz que hace de una familia burguesa representa “las manos en los bolsillos” como el síntoma del aburrimiento en vidas vacías, sin proyectos, donde la violencia está a flor de piel.
Pasaron 50 años del estreno de “I pugni in tasca” cuando llegó a Buenos Aires, algún tiempo después, y se exhibió durante varias semanas en un cine de la calle Corrientes. A la gente le gustaba llamarla por su título original. Y Marco Bellocchio empezó a ser conocido por los porteños durante esa época dorada del cine europeo, donde en las veredas de Corrientes se hacían largas colas para ver a Bergman, Antonioni, Wajda, Truffaut, y tantos otros, esos directores que hacían un cine donde nadie quedaba indiferente, a pesar muchas veces, de la intervención de la censura. Vale recordar, que en 1964 se secuestraron las copias de “Morir en Madrid”, obra maestra de Frederic Rossif, por presiones de la embajada de Francisco Franco; y en ese mismo año fue secuestrada por orden judicial “El Silencio” de Bergman, por tres secuencias que “afectaban a la moral y las buenas costumbres”. Estas eran: onanismo femenino, relación carnal y relación contra natura. Años después, Marco Bellocchio sufriría estos desmanes judiciales con “El diablo en el cuerpo” (1986).
Pasaron 50 años y el eterno rebelde, ateo y comunista Marco Bellocchio, continúa sorprendiendo con su cine punzante y removedor de ideas. Su contemporáneo, Bernardo Bertolucci, parece reposar después de muchos años de actividad, pero Bellocchio, próximo a cumplir 77, se saca chispas con la generación de los que vinieron después: Tornatore, Moretti y Mucchino. En pocos días se estrenará en nuestro medio, “Sangre de mi sangre” (“Sangue del mio sangue”) 2015, la penúltima de sus obras, dado que su último trabajo “Fai bei Sogni”(2016), fue presentado, hace poco tiempo, en la Quincena de Realizadores, la sección paralela del Festival de Cannes, película que posiblemente llegará a nuestra cartelera antes de fin de año.
“Sangre de mi sangre”
En “Sangre de mi sangre”, Bellocchio compara dos situaciones históricas, construyendo dos relatos. Una se ubica en el siglo XVII, en un convento donde llegará Federico Mai, (Pier Giorgio Bellocchio ) que tiene como propósito conseguir la confesión criminal de la bella monja Benedetta (Lidiya Liberman), que con su sensualidad y poder de seducción llevó al suicidio a su hermano gemelo, sacerdote del convento. El hermano del desgraciado y los párrocos ven necesario que la monja confiese su alianza con el diablo, para que el cuerpo del hombre de Dios pueda ser enterrado en tierra consagrada. Para extraer esa confesión de brujería, recurren a crueles métodos, propios de la inquisición. El otro relato se da con un salto en el tiempo de 400 años: estamos en la actualidad y Federico regresa al antiguo y abandonado convento, que fue cárcel y ahora está en ruinas. Poderosos capitalistas rusos quieren comprar la propiedad, pero el lugar está habitado por un viejo vampiro (Roberto Herlitzka): un conde chupasangre (para Bellocchio un representante del poder democristiano).
Bellocchio, que durante años hostigó las raíces del poder eclesiástico, es en la actualidad un fuerte enemigo del poder del dinero, despiadado y brutal para la condición humana. Y lo que nunca alguien podría imaginar, ha sucedido: Bellocchio habló bien de un papa. Dijo estar sorprendido de Francisco, porque “está a la izquierda de los políticos de izquierda”.
Bobbio, la pequeña Cinecitta
Nació y creció en este terruño del centro de Italia. Aquí estudió en el colegio de curas, y ambientó muchas de sus películas. Bellocchio también hizo que su hijo, el actor Pier Giorgio, sintiera algo especial por esa ciudad de la provincia de Piacenza. Hace un tiempo, padre e hijo crearon allí una escuela de cine y un laboratorio, la llaman “la pequeña Cinecitta”. “Sangre de mi sangre” brindó ese monasterio de Bobbio en ruinas, para que la cámara sutil de su director de fotografía, Daniele Ciprí, recorriera los ambientes a paso lento para conseguir una atmósfera sugestiva, como si el aire hubiera sido invadido por susurros. Pero tendríamos que volver a su ópera prima, “I pugni in tasca”, para ver el significado de Bobbio en la vida de Bellocchio.
“I pugni in tasca” se rodó en Bobbio, y la casa donde vivía esa familia decadente en la ficción, era la casa de la madre de Marco Bellocchio. Y fue la familia la que puso las liras para que el talentoso anarquista de 26 años hiciera su película. Al comenzar a filmarla, no dudó de la historia que había escrito. Una madre ciega y sus cuatro hijos, prisioneros de un destino perverso. Augusto es el mayor, el más disciplinado, pero indiferente a muchas cosas que lo rodean. Alessandro, (una gran composición de Lou Castel), es epiléptico, sufre trastornos mentales y tiene una relación morbosa con su hermana Giulia. Esta joven es obsesiva e infantil, trata de separar a su hermano Augusto de su novia, y pelea a piñas y patadas con Alessandro. La víctima mayor de la familia es Leone, medicado a tal extremo por sus ataques epilépticos, que es visto como el idiota de la familia. Nadie es libre, todos son prisioneros de un destino del que no saben salir. Un día, Alessandro decide dar el primer paso de liberación y asesina a su madre, haciendo pasar la muerte como causa de un accidente. En el velatorio, Alessandro le pregunta a Giulia. “¿Te disgusta que haya muerto mamá?”. Menos Leone, todos saben qué ha sucedido con su madre. Leone va a ser la siguiente víctima. Y Giulia se pondrá fuerte y no ayudará a Alessandro en su próximo y terrible ataque epiléptico.
Bellocchio consigue en este filme hacer un trabajo excepcional: conjuga a la perfección su estética visual, de valiosísimos primeros planos, de miradas, detalles, con una historia neurótica, perversa y cruel.
Bobbio es el terruño y su familia. Algo tan prendado de otros tiempos, que un hombre de raíces profundas no puede dejar que se pierda. Varios miembros del clan familiar Bellocchio fueron actrices y actores en sus películas. Pero en “Sorelle”(2006) y “Sorelle Mai” (2010), reúne a Elena, María Luisa, Letizia, Alberto, y por supuesto al seguidor de sus pasos, el hijo Pier Giorgio, para la nostalgia y la preservación de una identidad: los Bellocchio de Bobbio.
La molesta piedra en el zapato
En realidad, Bellocchio siempre ha sido mucho más que una molesta piedra en el zapato de la sociedad italiana. Ha metido el dedo en la llaga y las úlceras de los gobiernos, de los parlamentos, de la iglesia, el periodismo y hasta de la historia oficial. En ese sentido, ”La hora de la religión” (2002), estrenada en la Argentina ocho años después, es la más elocuente muestra del peso de las instituciones sobre la sociedad italiana. Esta extraordinaria película, con guión del propio Bellocchio y un monumental trabajo de Sergio Castellito (Ernesto), es una crítica mordaz a una cultura italiana dependiente de la Iglesia. La anécdota, que va alcanzando buenas cuotas de humor, se refiere a los encontronazos de Ernesto cuando es visitado por eclesiásticos del Vaticano, con el propósito de beatificar a su madre. Ernesto es un ateo consuetudinario, tanto es así que no permite que su hijo concurra a las clases de religión en la escuela, pero la familia presiona y hasta el Estado interviene para convencer a un hombre con ideales libertarios.
En “Buenos días, noche” (2003), Bellocchio se mete con uno de los temas más dolorosos de la Italia de la segunda mitad del siglo XX : la ejecución del líder democristiano Aldo Moro, por las Brigadas Rojas, en 1978. El guión de Bellocchio, adaptación del libro “El Prisionero”, de Anna Laura Braghetti, recibió el premio mayor en Venecia. Pero ese prestigio no fue suficiente para que una parte de la sociedad lo hostigara por presentar un rostro humano de los terroristas, especialmente el de la joven Chiara, interpretada por Laura Sansa. Durante 55 días se dio esta convivencia de los miembros de las Brigadas Rojas y el líder político secuestrado, en una casa convertida en la cárcel del pueblo.
“Bella Addormentata” (2012), trata sobre otro de los sucesos que más conmocionaron a la opinión pública italiana: el pedido de eutanasia de un padre para una mujer, Eluana Englaro, que después de 17 años continuaba en estado vegetativo, sin ninguna posibilidad de recuperación. El caso, discutido en algunos casos, y sentenciado de antemano por la Iglesia y asociaciones de familias católicas, llegó a la corte y fue rechazado. Pero en 2008, la Corte Suprema de Justicia concedió el derecho a desconectarla. El Consejo Pontificio para la Familia, dijo: “No es un vegetal, es una persona que está durmiendo”. Seguramente, esta conclusión inspiró a Bellocchio para el título del filme, donde va a cruzar varias historias similares. Sitúa el caso de un político conservador, con una hija ultracatólica, que debe expedirse sobre el tema. Su conciencia le dice estar a favor de la eutanasia, dado que él mismo fue quién retiró el respirador a su esposa moribunda, pero el hombre tiene responsabilidades sociales sobre los que representa.
“Vincere” (2008) es una de sus grandes realizaciones de Bellocchio, con una extraordinaria interpretación de Giovanna Mezzogiorno, en el papel de Ida Dalser, la amante de Benitto Mussolini, y madre de Benito Albino, el hijo de ambos. Ida conoció a Mussolini en 1914, cuando éste era solamente un entusiasta militante del socialismo antimonárquico y anticlerical. Ida lo ayudó muchísimo en su crecimiento político, incluso todos sus ahorros fueron a parar a la fundación del periódico Il Popolo D´Italia, que lanzó a Mussolini a la conquista del poder. Cuando conquistó el poder, Ida y su hijo fueron borrados de su existencia, e internados en un manicomio hasta la muerte de ambos.
Música, Teatro y el Erotismo
Un hombre tan inquieto como Bellocchio, no podía dejar de probar su amor por la literatura, el teatro, y como buen tano, la ópera. En 2010, dirigió “Rigoletto”, de Giusseppe Verdi, con la orquesta de Zubin Mehta y la figura de Plácido Domingo. Como la ópera está ambientada en Mantua, fue en los escenarios reales de ese lugar donde la representó y tuvo al gran fotógrafo cinematográfico Vittorio Storaro, entre los artistas que intervinieron en la producción y realización. Pero mucho antes, Bellocchio se había decidido por llevar obras teatrales al cine, así sucedió con “La Gaviota” (1977) de Anton Chejov, y luego fue hacia su querido connacional Luigi Pirandello, con “Enrique IV”(1984) con Marcello Mastroianni y Claudia Cardinale. En 1999, regresaría a Pirandello para “La Nodriza” (La Balia), una interesante historia de principios del siglo pasado, cuando en una familia burguesa viene al mundo un niño, pero misteriosamente rechaza el pecho de su madre, y una simple campesina va a ocupar ese lugar. También hizo películas que fueron muy cuestionadas en los círculos intelectuales, y que solo sirvieron para que se movilizara la censura, como fue “El Diablo en el Cuerpo” (1986), remake de la dirigida por Claude Autant-Lara en 1947, pero con muchísimo más contenido erótico, con escenas de sexo explícito, y en especial una felación real protagonizada por su bella actriz Maruschka Detmers.
“La Condena”(1991), fue otro de sus filmes eróticos que levantó un gran revuelo, especialmente de los grupos feministas italianos, que afirmaban que la película defendía la tesis de que a las mujeres “hay que violarlas porque eso es lo que ellas quieren”. El filme, interpretado por Vittorio Mezzogiorno y Claire Nebout, tuvo su primer encontronazo con los críticos y el público, en el Festival de Cine de Berlín, donde se alzó con el Oso de Plata. El momento crucial de la historia, transcurre en un museo de arte, donde una mujer hace lo posible para quedarse admirando obras después del cierre. Un hombre, que se presenta como un arquitecto, le habla de las pinturas y la seduce. En una sala desierta tienen el encuentro amoroso, realizado por Bellocchio en un plano secuencia de seis minutos, pero antes que la relación sexual llegue a su conclusión, el hombre se da media vuelta y se marcha. La mujer lo sigue desesperada pero él no vuelve. Luego, la mujer despechada va a denunciarlo por violación. Se han dado varias interpretaciones sobre esta historia, incluso la de Bellocchio, que niega rotundamente la posición de los feministas. Más de una veintena de largometrajes, documentales, cortos, y trabajos para la televisión, conforman esa labor de medio siglo en la dirección, y donde casi todos sus trabajos partieron de sus propios guiones. Y Bellocchio no se rinde…
Artículo escrito por Jorge Luis Scherer -periodista, profesor de literatura y cine- para Ultracine.
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