Por Jorge Luis Scherer.
Habían nacido en el mismo año, el de 1907. Los dos amaban la poesía, Homero las hizo canción. Fueron muy amigos, escribieron juntos once películas, muchas de las cuales hicieron grande al cine argentino. Tal vez Ulyses sea uno de los guionistas más prolíficos del mundo con más de un centenar de películas, entre Argentina, México, y alguna que otra para España y Brasil. Homero incursionó dos veces en la dirección, escribió una veintena de guiones y compuso la música de cinco filmes, el primero fue “¡Tango” (1933), la primera película argentina de sonido óptico. Homero, murió muy joven, a los 43, corría 1951. Ese mismo año, Ulyses, se exiliaba en México por razones políticas.
El año de 1939 fue emblemático en el cine nacional, se llegaron a estrenar 50 títulos, fue el puntapié inicial para una época resplandeciente de la cinematografía, que cobraría mayor vigor en los primeros años de la siguiente década. Ulyses Petit de Murat trabaja en el guión de la primera película de denuncia social. Lo hace junto a Darío Quiroga, el hijo del gran escritor Horacio Quiroga, del que se adaptan cuatro cuentos. Estrenada en agosto del ´39, “Prisioneros de la tierra”, dirigida por Mario Soffici, se convierte en un triunfo del cine argentino. Jorge Luis Borges escribe en Sur: “Hay un vigoroso argumento, no contaminado de cursilería virginal norteamericana…”. La crítica de La Prensa, apunta: “Diálogo breve, ceñido, que da paso siempre a la imagen, en verdadero concepto cinematográfico”. Prisioneros de la Tierra, consigue aunar altos valores estéticos en un drama social, fuerte, despiadado, ubicado en los yerbatales misioneros, donde el mensú, de nombre Podely, interpretado por Angel Magaña, es castigado sin piedad por el capataz del obraje, papel a cargo de Francisco Petrone, luego habrá venganza y muertes. Por varias décadas, “Prisioneros de la tierra” ocupó la primera posición en las encuestas a especialistas sobre las mejores películas argentinas.
Homero Manzi, el muchacho que se vino a Buenos Aires desde Añatuya, un pueblito de Santiago del Estero, estudió, y luego como profesor de castellano y literatura subsistió dando clases en colegios. Por entonces, y hasta que se le fue la vida, Manzi tuvo un héroe: Don Hipólito Yrigoyen, y se convirtió en un militante con todas las letras. Hasta Arturo Jauretche dijo: “Mucho de mi yrigoyenismo se lo debo a Manzi”. El golpe de Uriburu en el ´30 hizo que Manzi fuera expulsado de sus trabajos como docente. Cinco años después, sería con Jauretche, Raúl Dellepiani, y Scalabrini Ortiz, que no era radical, una de las cabezas de la formación del movimiento social-político Forja (Fuerza Organizada Radical de la Joven Argentina). Entre sus grandes amigos estaba Enrique Santos Discépolo, un hombre que en sus letras estaban plasmados los dramas sociales, pero que no tenía filiación partidaria. En cambio, Manzi, de gran actividad en comités políticos, no reflejaba su militancia en las letras de las canciones. De la década del 40 son sus grandes temas, como: Malena, Ninguna, Barrio de Tango, Sur, El último organito, Ché Bandoneón, y Discepolín, que lo escribe en el ´51, en homenaje y casi como una despedida a Discépolo, que estaba gravemente enfermo, pero por esas cosas del destino, Manzi muere ocho meses antes que su amigo, con tan solo 43 años. Forja se disuelve con la llegada del peronismo y Manzi, de posición antiimperialista, se adhiere al peronismo viendo a su conductor como el continuador de Yrigoyen.
Su incursión en el cine fue a través de la música en “¡Tango!” (1933), dirigida por Luis J. Moglia Barth. Ahí estaban sus canciones junto a las de Sciammarella, Filiberto, Sebastian Piana, Roberto Firpo y otros grandes. Las intérpretes eran nada menos que Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Tita Merello, Mercedes Simone. “¡Tango!” era una verdadera cabalgata musical producida por Argentina Sono Film, junto a “Los tres berretines” de los Estudios Lumiton (también estrenada ese año), se convertían en las primeras dos películas argentinas sonorizadas mediante el sistema óptico Movietone donde la banda sonora estaba impresa en el margen de la película. Manzi después participaría con sus composiciones en once películas más, cinco de las cuales lo haría junto a Sebastián Piana.
Ulyses y Homero: una sociedad con gran estilo
Ulyses Petit de Murat -hombre del periodismo, escritor, dramaturgo, caballero por excelencia, amigo de Borges y del grupo de la revista Martín Fierro y luego de la editorial Sur- se une a Homero Manzi para hacer el guión de “Con el dedo en el gatillo” (1940), dirigida por Luis José Moglia Barth, con escenografía de Raúl Soldi. La historia estaba inspirada en la vida del anarquista Severino Di Giovanni. Este era del debut de Ulyses en el cine, pero no el de Manzi, que además de sus composiciones musicales había sido guionista con Hugo Mac Dougall de tres películas, una de ellas “Nobleza Gaucha” (1937), versión sonora de la película muda de 1915.
La siguiente película guionada por Ulyses y Homero es “Fortín Alto” (1941), donde además Manzi aporta sus canciones junto a Sebastián Piana. En 1942, llega la más importante: “La guerra gaucha”, dirigida por Lucas Demare, basada en la obra de Leopoldo Lugones, y con un gran elenco, encabezado por Enrique Muiño, Francisco Petrone, Angel Magaña, Sebastián Chiola y Amelia Bence. Sin duda, “La guerra gaucha” fue la obra cinematográfica más importante de Demare y de esta dupla de guionistas, que tuvo un trabajo descomunal para adaptar un libro muy retórico.
Luego vendría “El camino de las llamas” (1942), dirigida por Mario Soffici, donde adaptaron un libro de Hugo Wast. Y en ese 1942, se estrena “El viejo Hucha”, una nueva realización de Lucas Demare y con Hugo Fregonese, como ayudante de dirección. Con la exhibición de esta película, también se estrena, con letra de Manzi y música de Lucio Demare, Malena, que en la película es cantado por Osvaldo Miranda. Años después, Nelly Omar, que fue pareja de Manzi, confesó: “Yo soy Malena”. En 1943, este dúo de guionistas adaptan una conocida obra de Miguel de Unamuno, para la película “Todo un hombre”, dirigida por el francés Pierre Chenal. En “Su mejor alumno” (1944) basada en vida de Dominguito, de Sarmiento, también con la dirección de Lucas Demare, de Murat y Manzi. Construyen un Sarmiento de profundas convicciones, de un carácter indomable, pero de un gran amor por su tierra. En unos de los pasajes, el maestro sanjuanino le dice a un hijo de la aristocracia ganadera: “La riqueza de ustedes no se debe al trabajo, sino a la vehemencia de los toros y a la fecundidad de las vacas”.
La siguiente película es “Pampa Bárbara” (1945), dirigida por Demare y Fregonese. En 1966, Fregonese, tomando este guión y con algunas pocas modificaciones, realiza “Pampa Salvaje” con varios actores norteamericanos encabezados por Robert Taylor. Después de “Pampa Bárbara” escriben un guión sobre la vida de Santa Rosa de Lima, la película se tituló “Rosa de América” (1946), con la dirección de Alberto de Zavalía. Ese mismo año se estrena “Donde mueren las palabras”, con dirección de Fregonese, y el último trabajo en conjunto de los guionista Manzi y de Murat es en “Nunca te dire adiós” (1947), y de nuevo Lucas Demare es el realizador.
Estas 11 películas marcaron el trabajo en equipo de estos dos talentosos guionistas, aunque también hay que destacar que en 1945 escribieron el libreto de la obra teatral “La novia de arena”, sobre la vida de la hija del almirante Guillermo Brown, interpretando el papel Delia Garcés, y estrenada en el teatro Odeón.
Caminos diferentes
En 1951, Ulyses Petit de Murat se exilia en México. Figuraba en esa lista negra manejada por Raúl Alejandro Apold en la Subsecretaría de Informaciones y Prensa de la Presidencia de la Nación. Libertad Lamarque y Francisco Petrone encabezaron a los exiliados obligados y otros voluntarios. Le siguieron: Niní Marshall, Luis Saslavsky, Alberto de Zavalía, Delia Garcés, María Rosa Gallo, Luis Saslavsky, Carlos Hugo Christensen, Santiago Arrieta, Tullio Demichelli, y otros que partieron al extranjero. Murat, fue autor de más de 40 guiones en México y algunos para otros países. Regresó a la Argentina en 1958, y escribió el guión de “El dinero de Dios” (1959), que fue también el regreso de Francisco Petrone en el cine argentino. La película, totalmente fallida, fue centro de las críticas más severas.
“El perseguidor”, adaptación de Ulyses Petir de Murat del cuento homónimo de Julio Cortazar, inspirado en la vida del músico de jazz Charlie Parker, fue producido en 1962, pero recién se estrenó en 1965. La realización estuvo a cargo de Osías Wilenski, y en el elenco estaban Sergio Renán, Inda Ledesma, María Rosa Gallo y la por entonces adolescente Zulma Faiad. En la música había solos de saxo del “Gato” Barbieri. Las críticas no fueron nada favorables, pero lo que no se esperaba, fue que un juez secuestró la película por pedido del padre de Zulma Faiad que hace un desnudo en la película siendo menor de edad. El director Wilenski, como responsable, recibió una pena de 6 meses, en suspenso.
Homero Manzi, autor de 52 tangos, 18 milongas, 13 valses, y otras canciones. En 1951, el año en que su amigo Ulyses partía al exilio, escribía dos milongas dedicadas al peronismo, que eran cantadas por Hugo del Carril, y componía los Versos de un payador a la señora Eva Perón. Apenas dejaron de escribir guiones juntos, Manzi se convirtió en director de cine. “Pobre mi madre querida” (1948) la dirigió junto a Ralph Pappier y fue el autor del guión. Hugo del Carril, Aída Luz y la italiana Emma Gramatica, la que dos años después iba a componer a la entrañable anciana Lolotta que encuentra un niño en un repollo, en Milago en Milán de Vittorio de Sica, fueron las figuras principales del elenco. La segunda y última película como director, también con la colaboración de Ralph Pappier en la realización, fue “El último payador” (1950). Aquí, Manzi, también autor del guión, narra momentos de la vida del payador José Bettinotti, interpretado por Hugo del Carril.
Ulyses y Homero estuvieron unidos por el cine. Ulyses se sorprendía por la calidad imaginativa de su amigo, por eso lo llamaba: “El imaginario incesante”. Arturo Jauretche escribió en su libro “Los profetas del odio”, lo que Manzi había dicho sobre su compromiso social y político: “Tengo por delante dos caminos: o hacerme hombre de letras o hacer letras para los hombres”. Manzi murió en el ´51, a los 43 años. Murat en el ´83, a los 76. Poetas metidos en el cine, Gabriela Mistral escribía: “Petit de Murat desnuda el hueso de la muerte” al referirse a su poesía y Borges que calificaba a su amigo Ulyses como “el poeta de los versos patéticos”, decía que Manzi no sabía nada de malevos. Claro, a quién puede importarle que no supiera de malevos, un poeta de la canción capaz de decir: “Tu piel, magnolia que mojó la luna. Tu voz, murmullo que entibió el amor. Durante casi una década, en la creativa labor de guionistas, fueron inseparables, y conformaron la historia grande de la época de oro del cine nacional”.