Malala: la voz del coraje

Por Jorge Luis Scherer.

Malala

Malala

El 9 de octubre de 2012, una chica de 15 años llamada Malala Yousafzal viajaba en un transporte en Mingora, su pueblo, en Paquistán. De improviso, el vehículo se detiene, y un terrorista talibán sube y busca un rostro en el pasaje, lo identifica, extrae una pistola de sus ropas y le dispara varias veces en la cabeza. La víctima elegida era esa chica de 15 años, pero también dos de sus amigas recibieron disparos. Malala entró en un coma profundo que se prolongó por ocho días, la operaron en Inglaterra, y reconstruyeron su cráneo. De todas partes del mundo se oyeron condenas al atentado. ¿Por qué atacar a mansalva a una joven de tan sólo 15 años? ¿Qué había hecho Malala para que fuera considerada un blanco político?

“Él me llamó Malala”(He named me Malala) 2015, el documental a estrenarse en estos días realizado por el norteamericano Davis Guggenheim, descubre el porqué resulta peligroso para los fanáticos y violentos, una persona de calidades filosóficas y humanas que pregona la paz y la lucha por los derechos civiles, y muy especialmente los que corresponden a la mujer, en un mundo intolerante. En 2013, el Parlamento Europeo le concede a Malala el Premio Sájarov, por su defensa de los derechos humanos y las libertades. Al año siguiente, con tan sólo 17 años, recibe el Premio Nobel de la Paz, convirtiéndose en la persona más joven en obtenerlo en cualquiera de sus categorías.

 

La educación es la única solución

El movimiento Talibán, que se sitúa en el extremismo religioso de la Sharia, cuerpo del derecho islámico, que castiga con penas muy severas lo que consideran el mal o lo prohibido, tomó, a partir de 1996, el poder en varias ciudades de Paquistán, al igual que en Kabul, Afganistán, creando en la región un verdadero estado del terror. En 2009, los talibanes prohibieron que las niñas fueran a la escuela y Malala, próxima a cumplir los 12 años, quiso tener voz. Empezó a escribir un blog para la BBC, y en poco tiempo se convirtió en una líder genuina en la defensa de la educación para las mujeres, exponiendo también al mundo la gravedad de la explotación infantil en su país.

En el discurso que Malala pronunció años después en las Naciones Unidas, dijo que: “Los extremistas están asustados de los libros, de los lápices, de los cuadernos. El poder de la educación los asusta. El poder de las mujeres los asusta”. Más de un centenar de diplomáticos del mundo, escucharon en ese foro internacional un mensaje sin vueltas sobre la importancia de la educación para acabar con los fanáticos religiosos ¿Quién podía dudar de la palabra de una joven de 17 años? Malala, se refirió a que todos los países dieran a sus niños, a sus pueblos, educación gratuita y que fuera obligatoria.

En octubre de 2013, se publicó el libro “Yo Soy Malala”, escrito por la periodista inglesa Christina Lamb, corresponsal extranjera de The Sunday Times, y Malala. En el mismo se narra el dolor de su familia al tener que dejar su amada tierra por causa del terrorismo global.

Malala con sus padres y hermanos

Malala con sus padres y hermanos

El nobel de la Paz

Cuando recibió el Nobel de la Paz se comprometió en utilizar el dinero del premio para construir una escuela secundaria en su pueblo de Mingora, en Paquistán. El Nobel de la Paz a Malala se inscribe entre los más puros y verdaderos, aunque menos resonantes para la prensa. Es más fácil recordar el de los políticos, que por firmar algún tratado de cese de hostilidades, resultan elegidos. Pensemos en las polémicas que despertó, dentro y fuera de Estados Unidos, en 2009, el otorgado a Barack Obama, que fue el cuarto presidente norteamericano en recibirlo. Es paradójico que hombres como Henry Kissinger, tan vinculado a las políticas de guerras, fuera galardonado con el de la Paz en 1973.El presidente egipcio Sadat y el primer ministro israelí Menahem Begin (1978), y el líder de la Organización de Liberación Palestina Arafat y sus enemigos de Israel, Rabin y Peres (1994), son sólo algunos ejemplos, del desacierto en algunas premiaciones.

Pero, por suerte, también recaen en los verdaderos seres de la Paz, como el de 1979, que fue para  la Madre Teresa de Calcuta. No sólo el sacrificio por el prójimo y la caridad hacen a estas personas merecedoras de este reconocimiento, también, como en el caso de Malala, se premia el coraje de los activistas que luchan por los derechos humanos, que denuncian la intolerancia, la discriminación y las violaciones de todo tipo. En esta línea, en 2011, lo recibieron tres mujeres africanas: Tawakul Karman, líder de las protestas gubernamentales en Yemen; Leymah Gbowe, activista contra las violaciones durante la guerra civil liberiana, y Ellen Johnson Sirleaf, la primera presidenta mujer elegida democráticamente en África. Vale recordar también a Rigoberta Menchú, en 1992, una india quiché de Guatemala, luchadora contra la intolerancia hacia su pueblo y a otras culturas. A Adolfo Pérez Esquivel (1980), un defensor de la democracia, que denunció los crímenes de la dictadura militar en la Argentina y trabajó arduamente en la búsqueda de desaparecidos. La iraní Shirin Ebadi (2003), una abogada militante por los derechos de las mujeres y los niños, y el interesante caso del premiado Muhammad Yunus, en 2006, un economista bengalí, conocido como “el banquero de los pobres”, dedicado a otorgar microcréditos a los pobres de Bangladesh, una experiencia con resultados magníficos, pero con pocos imitadores.

Gandhi-Mandela

Gandhi-Mandela

Los ejemplos

Davis Guggenheim, el realizador de “Él me llamó Malala”, es un hombre experimentado en el género documental. De sus trabajos más conocidos se encuentran: “Esperando a Superman” (2010) y “Una Verdad Incómoda” (2006), filme que alcanzó gran popularidad internacional por tratarse de las campañas que Al Gore hizo en defensa del medio ambiente. Con Malala no podía dejar de incluir un elemento vital y de fuerza para la joven activista, su familia, padres y hermanos. Su padre, Ziauddin Yousafzai, es su principal sostén espiritual, nunca la va a detener, sabe que Malala tiene una misión que cumplir en este mundo.

La tierra de Malala está considerada como una de las más peligrosas para las mujeres. Se informa que las niñas sufren matrimonios forzados, y que un millar de mujeres al año son asesinadas por lo que llaman “honor”, la mayoría de las veces mediante el castigo de lapidación. El extremismo religioso islámico y el yihadismo cometen cientos de atentados terroristas. Pero Malala está llena de fe, porque ve que surgen miles de voces. “Pensaron que las balas nos silenciarían, pero fallaron. Los terroristas creyeron que iban a imponer miedo, pero del otro lado nació el coraje”. Claro, los ejemplos en la historia de la humanidad son más que elocuentes, porque sus admirados triunfaron, Malala, piensa en Mahoma, Jesús, Buda, Gandhi, Luther King, Mandela, la madre Teresa…

Filme "La Pizarra".

Filme “La Pizarra”.

Un cine por las libertades y los derechos

La realizadora paquistaní Sabiha Samur es una referente de la crítica social y política sobre su país. Sus documentales retratan los dramas sufridos desde que India y Paquistán se dividieron en 1947, y la mujer, es el centro del drama. En su película de ficción, “El Silencio del Agua” (2003), Samur narra la historia de un general que se apodera del gobierno y lleva al país a la islamización fanatizada, como la implementada por los talibanes.

En 2003, también se estrena Osama, una producción de Afganistán asociada con países europeos. Filmada en Kabul el año anterior, se convirtió en la primera realizada después del régimen talibán. El realismo del filme, que por momentos adquiere un sentido documental, fue muy apreciado por la crítica, tanto fue así, que al año siguiente, obtiene el Globo de Oro como mejor película de habla no inglesa. Su director, el afgano Siddiq Barmak, muestra la terrible situación de las mujeres cuando su pueblo estuvo en manos del régimen talibán. Las protagonistas centrales son tres mujeres, la hija de 12 años, su madre y su abuela, no hay hombres en la familia y necesitan subsistir, pero a las mujeres se les niega el trabajo. La madre, que aun amando profundamente a su hija, no puede callar: “Dios no hubiera creado a las mujeres, me hubiera dado un hijo y no una hija”. Pero la decisión de cortarle el pelo a la niña y vestirla de varón, no alcanzarán para disimular su rostro y manos delicadas, y los chicos serán tan crueles como los adultos. Osama, va exhibiendo ese mundo trágico para la mujer, que se vivió durante los años del más terrible oscurantismo.

Muchos realizadores iraníes son un ejemplo en la defensa de los derechos igualitarios para las mujeres y la educación, haciendo valer el derecho a la alfabetización, pronunciado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Jafar Panahí, es uno de los más destacados. Panahí, por pregonar la libertad de conciencia en su cine, recibió en 2012 el Premio Sájarov. En sus películas, como El Círculo (2000), critica la forma en que son tratadas las mujeres en la República Islámica de Irán.

Samira Makhmalbaf (35), perteneciente a la nueva ola del cine iraní, hija del famoso cineasta Mohsen Makhmalbaf, realizó en los últimos años dos películas que tratan el tema de la mujer y la educación, en dos países que cercenaron derechos fundamentales. La Pizarra (2000), rodada en Irán, cobra la dimensión de un documental de ficción. En el Kurdistán iraní, cerca de la frontera con Irak, una decena de maestros con sus pizarrones en las espaldas, convertidos en educadores sin escuelas, van por caminos o suben montañas de piedras, en la búsqueda de alumnos a cambio de un pedazo de pan. Mientras, ancianos, niños y mujeres quedan en medio de los conflictos armados en la zona fronteriza.

La otra película de Samira es “A las 5 de la Tarde” (2003), con guión de ella y de su padre. Sin actores profesionales, la cineasta lleva la historia a Afganistán tras la caída del régimen talibán. La reapertura de las escuelas para las mujeres no siempre es aceptada por los padres. Nogreh, una joven que vive en Kabul, debe hacerlo a escondidas de su severo padre. En este filme, Samira hace que las mujeres tengan voz.

“La Bicicleta Verde” (2012) es la primera película de Arabia Saudita, dirigida por una mujer: Haiffaa Al-Mansour. La protagonista es una niña que desea una bicicleta, quiere andar como lo hace su amigo. Pero en Arabia Saudita, las niñas tienen prohibido andar en bicicleta. Su padre y su maestra reprimen los deseos de esta niña rebelde, solamente su madre la entiende, pero ella también es esclava de una cultura que la margina, que no le da voz.

En estos tiempos existe en los países del Oriente Medio un cine de una fuerza extraordinaria para crear libertad de conciencias, para abrir cabezas en sus propias naciones, pero también para mostrar al mundo occidental, que, al decir de Malala, las religiones pueden ser buenas o malas, todo depende de cómo sean utilizadas. El fanatismo es un mal desde que el mundo es mundo, y la educación es la única forma de combatirlo.

 

Artículo realizado por Jorge Luis Scherer para Ultracine.

Malala