Tombuctú y Mandarinas las nominadas que nunca llegaron

Por Jorge Luis Scherer

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En la última edición de los Premios Oscar, estuvieron entre las cinco nominadas como mejor película extranjera. Sus títulos en inglés: Tangerines, para Mandarinas, y Timbuktú, para Tumbuctú, nombre de la antiquísima ciudad africana. Ida, la película polaca que se había estrenado en la Argentina en junio de 2014, resultó la ganadora del Oscar, le siguió,en agosto, Relatos Salvajes, y ya en abril de este año se estrenó la rusa Leviatan. Pero las dos restantes, la franco-mauritana Tumbuctú y Mandarinas, de origen Georgia- Estonia, aún no hay noticias de que lleguen a nuestras carteleras. Una verdadera pena.

2 TOMBOCTU

TOMBUCTÚ (2014) Origen: Mauritania –Francia. Director:Abderrahmane Sissako.

Desde la llanura, el animal penetra en un desierto de arenas blancas. La joven gacela corre veloz, tanto como lo haría ante la persecución por una bestia salvaje. Los ojos, como cualquier animal que no es de presa, miran a sus lados y ven que el peligro se acerca. El silencio es absoluto. Las delgadas patas no hacen ruido en las arenas. De repente, disparos de fusiles automáticos. Los cazadores tienen los ojos de frente, como los lobos. El jeep se eleva a cada montículo, hay cinco o seis hombres con túnicas, están armados hasta los dientes y disparan a mansalva sobre la gacela. Estos hombres no son como el lobo que necesita saciar su hambre, tampoco son cazadores que gustan de exhibir la presa. Son hombres que esperan ultimar al pequeño animal cuando caiga exhausto. Dar muerte, es sólo el último paso del placer por el sufrimiento.

En la secuencia siguiente, las víctimas no tienen sangre para derramar. Son esculturas de madera que representan hombres y mujeres. Y los disparos de los fusiles automáticos, desgarran los pechos y vientres de las mujeres y trozan piernas y brazos en los hombres.

Luego, estos hombres que prolongan sus brazos con los fusiles, entrarán a la milenaria ciudad de Tombuctú, la milenaria ciudad que un proverbio maliense dejo grabado “que los cuentos maravillosos y la palabra de Dios sólo se encuentra en Tombuctú”. Estos hombres con fusiles dicen que vienen a aplicar la ley de Alá. Y vocean por las calles: “ Está prohibido escuchar música, fumar cigarrillos, jugar al futbol. Y
las mujeres, además de la cabeza cubierta, deberán usar calcetines y guantes”. Se eligen jueces, no se respetan los rezos en los templos, y se adecuan lugares como cárceles, que se llenarán rápidamente. En esta tierra del Islam, donde todos respetaban a Dios y vivían en paz, llegó el fanatismo, la intolerancia, uno de los peores males de la humanidad. Y estos musulmanes de mente estrecha, interpretan con violencia los textos sagrados, como otras religiones lo hicieron en la larga historia.

Una pareja de jóvenes que deseaban tenerse, son enterrados y sus cabezas lapidadas hasta morir. Por cantar, una joven alegre por los cielos infinitos en las noches africanas, recibe 40 latigazos. El dueño de una pelota de futbol, que fue rodando hasta unos pies que podrían devolverla con un toque, recibió un duro castigo. Sin embargo, en las esquinas se discute, casi en susurros, si Zidane fue mejor que Messi.

Y empieza un partido de futbol, 22 jugadores corren, patean, cabecean, la paran con el pecho, uno de ellos tiene la número 10 del Barca con el nombre de Messi. Todos quieren tocar la pelota, que no es de trapo, ni de pieles, tampoco es invisible, la pelota no existe, más allá de la cabeza de 22 jugadores. Como una gran actuación de mimos, los muchachos hacen goles y abren la boca para gritarlos sin sonido. Por un instante el partido se detiene, haciendo gala de una gran metáfora, un burro pasa frente a uno de los arcos.

Tombuctú, la ciudad de los cuentos maravillosos, próxima al río Niger, punto de encuentro del desierto y el agua, llegó a tener durante su mayor esplendor en el siglo XVI, más de 100 mil habitantes. Cuando los fanáticos musulmanes entraron en ella en 2012, la población apenas llegaba a los 35 mil. La dominación marroquí por 200 años y la francesa hasta 1960, le quitaron ese esplendor cultural y comercial que supo tener.

El director y productor Abderrahmane Sissako, nacido en Mauritania hace 53 años, no dudo en recrear los verdaderos hechos ocurridos en 2012 en esa ciudad maliense. La lapidación de una pareja que no era casada, fue el desencadenante para el filme.

Tombuctú, producción franco- mauritana, es el quinto largometraje de Sissako, quien se ha convertido en el director africano de mayor importancia, desde la muerte del senegalés Ousmane Sembere, de quien, en la Argentina, se ha estrenado Moolaadé (2004), interesantísimo filme que aborda el tema de la mutilación genital en los países africanos.

Tombuctú, estuvo nominada a la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2014 y al Oscar como mejor película de habla no inglesa. En Francia, arrasó con los Premios César , los más importantes del país galo: mejor película, director, guión y banda musical, que fue compuesta por el joven compositor tunecino Amine Bouhafa.

Imperdible las canciones de Fatoumata Diaward, la actriz y cantante de Costa de Marfil, que en la película interpreta a esa joven que cuando está cantando con unos amigos, por ese solo pecado, recibe 40 latigazos.

Fatoumata Diaward, fusiona en sus canciones un folk africano, con jazz y soul.

No se sabe bien que hazaña o pensamiento le dio origen a su nombre poético: Tombuctú, tal vez, el significado de “madre con un gran ombligo”, haya sido dado por el cobijo a las caravanas que llegaban del gran desierto del Sahara.

2 MANDARINAS

MANDARINAS (Mandariinid- 2013) Origen: Estonia-Georgia. Dirección Zaza Urushadze.

Ivo, es un viejo carpintero que fabrica cajones para transportar las mandarinas que cosecha su amigo Markus. Cualquiera pensaría que el sosiego de los días entre las forestas y los campos, es imposible que se interrumpa en esa región de Abjasia, con costas en el Mar Negro y teniendo la sombra de la cordillera del Cáucaso. Ivo es uno de los cientos de estonios que llegaron a esa región para trabajar, y la hicieron suya. Pero la vida se alteró en 1992, Abjasia quería independizarse de su vecina Georgia, se había convertido en una provincia separatista, y casi todos los estonios se volvieron a su país, para evitar la guerra. Pero Ivo continuó fabricando cajones para las mandarinas. Estaba demasiado grande para andar corriendo. Un combate en las cercanías, hace que Ivo y Markus se aproximen cuando los ruidos de metralla han cesado. La muerte ha sido la protagonista, sin embargo, dos combatientes están heridos, uno es un mercenario chechenio que lucha para Abjasia, y el otro, un enemigo georgiano. El chechenio es musulmán y se llama Ahmed, y el georgiano es cristiano y su nombre es Nika. Ambos deberán permanecer en la casa de Ivo mientras dure la convalecencia, y durante ese tiempo no podrán romper con la promesa de paz que le hacen a quien los ha salvado.

No es prudente contar el resto de la historia, aunque no está de más decir que este filme, indaga en las profundidades del ser humano con una simpleza extraordinaria.

El realizador, Zaza Urushadze, que es georgiano, y todas sus películas las hizo en Georgia, ha mostrado una valentía poco común, al mostrar en Mandarinas, el espíritu de dominación de los georgianos sobre los abjasianos , cuando la misma Georgia jugó su separatismo de Rusia.

Esos manejos políticos, que el joven musulmán Ahmed y el georgiano Nika no saben bien. En la pequeña casa de Ivo, los combatientes, enemigos, miran las fotos de sus familias dobladas en las billeteras, y sueñan con el abrazo que les espera. Y se ven parecidos, como si fueran hermanos.

Artículo realizado por Jorge Luis Scherer para Ultracine.

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