Por Jorge Luis Scherer.
Conversaron durante 50 horas, sucedió en agosto de 1962. Truffaut tenía un cuestionario de 500 preguntas. El libro se publicó cuatro años después con el título “Le Cinema selon Hitchcock” (“El cine según Hitchcock”). Las cintas magnetofónicas de esas charlas en Universal City fueron tan guardadas que fueron encontradas por azar 30 años después. Ese material precioso, y la edición definitiva del libro, sirvieron para que el documentalista Kent Jones realizara el año pasado “Hitchcock/Truffaut”, un interesante trabajo documental que incluye material fotográfico, una selección de fragmentos de sus películas y testimonios de grandes realizadores del cine actual.
“Nunca se me había ocurrido”, le respondió él por entonces veinteañero Alfred Hitchcock al productor británico Michael Balcon, cuando le preguntó si le gustaría dirigir una película. Hitch, que ya llevaba un par de años en la industria del cine, se encontraba muy a gusto escribiendo los intertítulos de las películas mudas. Alma Reville, la que poco después sería su esposa, era la montajista, y trabajando juntos lograban reducir a su máxima expresión los textos de los carteles, estaban convencidos que la imagen lo era todo. “El jardín de la alegría” (“The pleasure garden”, 1925), su primer trabajo como director, fue filmada en Alemania en plena época del cine expresionista al que Hitch admiraba profundamente, así como a los realizadores Friedrich Murnau y Fritz Lang. En medio siglo de actividad, Alfred Hitchcock iba a dirigir 53 largometrajes, 9 mudos y 44 sonoros, 38 blanco y negro y 15 color. Dos cortometrajes de propaganda en 1944, para el Ministerio Británico de Información, y 20 Telefilmes para la serie “Alfred Hitchcock presenta”.
Cuando Hitchcock llevaba unos 15 años filmando en los Estados Unidos, los críticos norteamericanos no lo consideraban un autor y mucho menos creativo. En su Inglaterra natal no le perdonaban esa traición del abandono que se produjo en 1939, después de haberle considerado en lo más alto desde el período mudo con “The Lodger” (1926), Chantaje (Blackmail) 1929, que fue la transición al sonoro, ya que parte de la película fue sonorizada y con doblaje de la actriz principal, “Los 39 escalones” (“The thirty-nine steps”, 1935) y “La dama desaparece” (“The lady vanishes”, 1938), entre otros éxitos de crítica y de público. Pero en Francia, un grupo de jóvenes críticos reunidos en la publicación especializada Cahiers du Cinema estaban convencidos que estaban ante un verdadero autor. Dos de estos muchachos, Éric Rohmer y Claude Chabrol, le consagran un libro, el primero en el mundo entero. El título: “Hitchcock”, aparece en 1957 en la colección Classique du Cinéma, dirigida por Jean Mitry. Este par de críticos repletos de nuevas ideas para el arte cinematográfico, que años más tarde plasmarían como realizadores, descubren en su libro que Hitchcock no es un narrador ni un esteta, sino “uno de los más grandes inventores de formas de toda la historia del cine. La forma aquí no adorna el contenido, lo crea”. Ya en 1954, Andre Bazin fundador y director de Cahiers du Cinema, y padre adoptivo de Truffaut, el que le corrigió sus primeros artículos, había publicado en su revista, en 1954, un reportaje a A.H, donde el “mago del suspenso” le contaba al crítico que a priori se interesaba poco por las historias, “me intereso únicamente por el método de contarla, es lo único que me importa”. En 1960, Francoise Truffaut va a escribir que las historias se agotan, y lo único que existe para liberar al cine es la de sacrificar la acción narrativa por la expresión de emociones. Tanto Rohmer, Astruc, Rivette, Chabrol y Truffaut, entraron en un camino de adoración por Hitchcock, cosa que no sucedió por el más respetado, Andre Bazin, quien reconocía que Hitch era el que más conocía sobre los recursos dramáticos de la dirección cinematográfica. También reconocía su extraordinaria habilidad y técnica, y que “La sombra de una duda” (1943) era casi una obra maestra, y que la retórica en “Tuyo es mi corazón” (“Notorius”, 1946), es brillante. Sin embargo, Bazin estaba convencido que durante la etapa americana Hitchcock no hizo aporte esenciales al lenguaje cinematográfico. Tal vez, lo que escribió Truffaut en 1975 tenga mucho que ver con el sentir de Bazin: “La generosidad de Bazin lo llevaba más hacia Renoir que ama a los hombres, que hacia Hitchcock que no ama más que al cine”.
El reino de las imágenes en un libro
Truffaut estaba disgustado con la crítica norteamericana y quería demostrarles que no sabían nada sobre el cine de Hitchcock. Hasta pensó que tenía que humillarlos para que se dieran cuenta que un realizador que conoce el éxito puede seguir siendo fiel a sí mismo. Además, pensó: “fueron los franceses los que le revelaron a los críticos norteamericanos las grandes virtudes cinematográficas de “Cantando bajo la lluvia” (1952), “Johnny Guitar” (1953) o “El beso mortal” (1955)”. Entonces, tenía que ser un libro para que Hitch contara todos sus secretos. Un gran reportaje, desde los comienzos de su vida. Porque en su niñez estaban sus miedos a la policía, porque el haber estado solamente 10 minutos en una celda sin haber hecho nada lo marcó para que en seis de sus películas tratara el tema del hombre acusado injustamente (“Asesinato”, “39 escalones”, “Joven e inocente”, “El hombre equivocado”, “Mi secreto me condena” e “Intriga internacional”). En la entrevista Truffaut debería preguntarle por sus 47 películas realizadas hasta entonces, la última era “Psicosis” (1960).
Los encuentros entre Hitchcock y Truffaut tuvieron lugar en Universal Studios durante una semana completa, en agosto de 1962. Una amiga de Truffaut, Helen Scott, que trabajaba en la French Film Office en Nueva York con gran conocimiento del vocabulario cinematográfico, ofició de traductora. Los tres estuvieron sentados cada día, a una mesa grande desde las 9 de la mañana hasta las seis de la tarde, y hasta el almuerzo lo tenían en la misma mesa de trabajo. Las conversaciones eran grabadas por un ingeniero de sonido que estaba ubicado en un ambiente contiguo. 500 preguntas fueron dando lugar a 500 respuestas llenas de contenido. Truffaut estaba descubriendo los secretos de un hombre que con sus filmes enseñaba como liberar al cine.
“El cine según Hitchcock” (“Le Cinema selon Hitchcock”) apareció, en su primera edición, cuatro años más tarde, en 1966. Truffaut que había culminado la famosa entrevista con “Psicosis”, tuvo nuevos encuentros con Hitch para sumarle sus nuevas películas al libro: “Los Pájaros” (1963), “Marnie” (1964) y “Cortina rasgada” (1966), completando 50 títulos. Después de la muerte de Hitchcock en 1980, Truffaut, pensó en una edición definitiva de los 53 títulos largometrajes de su filmografía, donde se incluía además de “Topaz” (1969), “Frenesí” (1972) (donde volvió a filmar en Inglaterra) y “Trama macabra” (1976), comentarios técnicos y artísticos sobre “The short night”, la película que estaba preparando y que no pudo realizar, porque requería dos meses de filmación en Finlandia. Poco a poco, el proyecto se fue disipando, su esposa Alma iba teniendo problemas serios de salud y él padecía de una artritis que lo estaba inmovilizando. Hizo viajes relámpagos al país frío en busca de locaciones, pero en 1979 abandonó todo y puso el The End más doloroso de su carrera.
Hitchcock/Truffaut, el documental
El documental de Kent Jones es valioso, sin llegar a ser una obra que pueda calificarse de vigorosa y creativa. Es valioso porque nuestros oídos tienen el placer de escuchar las conversaciones, risas, tonos, silencios, e imaginamos gestos, posturas y la cordialidad entre estas tres personas, Hitchcock, Truffaut, y la traductora Helen Scott, sentados a una mesa, durante muchas horas por día en una semana de agosto de 1962, en los Studios Universal. Esas grabaciones magnetofónicas que tienen más de medio siglo, y que desconocíamos de su existencia, tuvieron un proceso de selección de fragmentos por Kent Jones, para que su cámara recorra el libro original en francés, y vaya recalando en preguntas y respuestas esenciales, y son las fotografías secuenciadas rescatas del libro, y fragmentos de varios filmes de Hitchcock, las que van imponiendo el ritmo. También aprovecha las fotos de los dos cineastas, que fueron tomadas en momentos de la entrevista, con un Hitch histriónico y dominador de la escena. Jones recurre también a los comentarios de realizadores de diferentes generaciones, como Martin Scorsese, Richard Linklater, Peter Bogdanovich, David Finchen, Paul Schrader, Wes Anderson y Oliver Assayas, entre otros, para reflejar la influencia que ha tenido el libro en ellos y en la crítica norteamericana, que al fin de cuentas era el propósito primigenio de Truffaut.
El documental se inicia con una notable secuencia a pura imagen de “Sabotaje” (1936), del período inglés de Hitch, donde el personaje interpretado por Silvia Sidney intenta tomar un cuchillo ante la mirada inquisitoria de su esposo (Oscar Homolka) quien se da cuenta que su mujer se ha enterado de que la muerte de su hermano menor fue por su culpa. El cuchillo vuelve a ser protagonista en “Chantaje” (“Blackmail”, 1929). Aquí Hitchcock juega con la palabra cuchillo en forma punzante sobre la mente culposa de una joven que mató con ese elemento a un hombre que intentó violarla. Guillermo Cabrera Infante ya había señalado que en Hitchcock el simple cuchillo era el arma más importante para cometer asesinatos en sus películas, y ponía el caso emblemático de “Psicosis” y de otros filmes.
El documental también recorre imágenes de archivo sobre el estreno de “Psicosis”, fotos del casamiento con Alma Reville en 1926, filmaciones caseras (ya vistas en otros documentales) Hitch en bicicleta o llevando a su pequeña hija Patricia a caballito. Su imagen en la tapa N°62 de Cahiers du Cinema, o la de “Psicosis” en la 113. Un artículo escrito por Chabrol y fotos de los jóvenes realizadores, creadores de la nouvelle vague: Godard, Truffaut, Rohmer, y Chabrol. También está el comentario de Truffaut sobre la histórica entrevista de las 500 preguntas que hizo a Hitch, la correspondencia mantenida durante años, los encuentros casuales y los programados como el homenaje que le rindió el American Film Institute, cuando la salud del maestro y su esposa estaban sumamente deterioradas, y él fue uno de los discursantes.
Martin Scorsese dispone en el filme de un buen tiempo para hablar de la estupenda narración visual de “Psicosis” (1960) y de “Vértigo” (1958) y se detiene en este último filme, en la escena del cuarto de hotel cuando Scottie (James Stewart) transforma a Judy en Madeleine (Kim Novak) que va a emerger como de la niebla con su traje gris y el pelo platinado peinado hacia atrás. “Vértigo”, un filme que ha suscitado análisis y lecturas de lo más variado, y que según Truffaut los novelistas Pierre Boileau y Thomas Narcejac escribieron “De entre los muertos” en 1954, para que Alfred Hitchcock la trasladase al cine, ya que Henri-Geroges Cluzot se le había adelantado cuando le puso el ojo a “Las Diabólicas”, novela de estos mismo autores.
En 2012, la publicación británica Sight & Sound, después de una consulta mundial a prestigiosos especialistas de la industria cinematográfica, consideró a “Vértigo” como la mejor película de la historia del cine. Pensar que en su momento, las críticas de Time, Newsweek y Nation fueron negativas, y en los Oscar fue nominada solamente en sonido y decoración, y no ganó ninguno. A.H. en toda su larga carrera tampoco lo ganó. Eso sí: lo compensaron con uno honorífico.