Javier Diment: “Del animal al hombre, el eslabón está podrido”

El director de “El eslabón podrido” habló con Ultracine sobre su última película que se estrena en salas argentinas el jueves 16 de junio.

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Pueblo chico, infierno grande”, reza el refrán. Nunca fue más cierto que en la historia de “El eslabón podrido”. Raulo es el “bobo” (Luis Ziembrowski), su madre Ercilia una curandera (Marilú Marini) y su hermana Roberta (Paula Brasca) la prostituta más joven y codiciada de un pequeño caserío rural. Una profecía mueve el relato: Ercilia advierte a Roberta que cuando se acueste con todos los hombres del pueblo, morirá. Es así como se abstiene de tener relaciones sexuales con Sicilio (el único hombre que aún no ha pagado por sus servicios) y esa decisión desencadenará una serie de hechos trágicos que pondrán en jaque esta sociedad.

“El eslabón podrido” es una alegoría salvaje, violenta y, a la vez, bella sobre el espíritu retorcido de la condición humana. Una interesante hipótesis sobre que sucede en una sociedad cuando se rompen las reglas establecidas. La respuesta es muy predecible: locura y muerte. Y no es ningún spoiler: es la escena inicial de la película. Pero lo más interesante será el camino que lleve a esa conclusión trágica: las desviaciones, las perversiones, el quiebre de todo aquello que un sistema moral postula como correcto o incorrecto.

Diment podría ser denominado un especialista en hacer perfiles podridos. En esta entrevista que nos concedió nos dice que le interesan “el dolor, el abuso, las dinámicas de la opresión, lo no dicho, que cuando aparece es algo, digamos, ruidoso, y alguna gente puede sentirlo como provocación”. El aborto y el abuso en “Beinase. El sentido del miedo”; el voyeurismo violento en “El propietario”; el secuestro, la tortura y la muerte en “Parapolicial Negro: Apuntes para una Prehistoria de la AAA”; los demonios externos e internos en “La memoria del muerto”; la fascinación por el cine políticamente incorrecto en “El sistema Gorevisión”; el retrato de una sociedad retorcida en “El eslabón podrido”; son todos elementos de la filmografía de Diment que apuntan a una misma obsesión presente en su última película. Aunque la mecha que enciende todo es la negativa de una prostituta a vender su cuerpo a un hombre, será sólo una excusa para hacer un relato truculento que postula que estamos corrompidos desde milenios antes de nuestra concepción. Algo salió mal en la evolución natural y desde entonces todo está podrido, nosotros estamos podridos.

eslabonpodrido3En esta entrevista que nos concedió Javier Diment nos cuenta cómo surgió la historia de su última producción, su estilo provocador y sus próximos proyectos.

Ultracine: ¿Cómo surgió la historia? ¿A qué se refiere el título “El eslabón podrido”?
Javier Diment: La historia surgió en una charla con mi amigo Sebastián Cortés hace más de 10 años. Lo del nombre es curioso. Al principio se llamaba “Infierno Grande”. Pero a medida que la película crecía, se me distanciaba el título, me parecía medio lugar común, o que aludía directamente al terror más puro y duro, y la película no pintaba así. Entonces me puse a buscar títulos. Y me acordé de un corto mío, que filmé hace unos 30 años, y nunca terminé de editar porque era pésimo (todo era bueno, lo técnico, las actuaciones, pero estaba muy mal mi trabajo, no se contaba nunca nada, era un embole, no se entendía, casi renuncio al cine ahí). El título se lo puso un amigo mío, Mariano Fiszman, escritor, y cuando me lo sugirió me encantó. Y decidí que para esta película funcionaba muy bien, en términos de las alusiones que encerraba. A ese eslabón perdido entre los simios y los humanos, a la idea de si en realidad en vez de buscar el eslabón perdido atrás en el tiempo, no seríamos nosotros un eslabón que conduzca hacia otro estadio evolutivo, y en ese caso, viendo los horrores que la humanidad produce constantemente sobre sí misma, a la idea de que ese eslabón estaría podrido. Es decir: del animal al hombre, el eslabón estaría podrido. Y si el hombre es el eslabón, también lo está. Además está el asunto de que el eslabón perdido sería lo que separa a una animalidad sin cortex (ni siquiera sin cerebro, sin ese componente exclusivo del ser humano nomás), de una a la que le salió ese cachito extra; y el protagonista es un humano que carece de razón, por lo que él mismo podría ser un eslabón perdido, pero que, de tanto que lo usan y lo descuidan, termina pudriéndose. Mientras pensaba todas esas boludeces, y ya contento con tener un nuevo título, decidí que el motivo de la caída del cartelón en la primera escena sea ese, un eslabón podrido. Porque al margen de todo tipo de especulación, ver esas cosas en lo literal me funciona, me encaja, y para el que no tenga ganas de ponerse a pensar, ya tiene algo de lo que agarrarse.

Ultracine: ¿Estás de acuerdo con mi afirmación que es –principalmente- una historia de perversiones?
Javier Diment: La verdad, creo que no. Habría que ponerse a definir perversión. Pero como palabra suena como que señala desviaciones, y sobre todo lo que me interesa es no entrar al mundo de esta película y estos personajes juzgando. Todo lo interesante pasa atrás de lo que puede decirse perverso. Porque en realidad estamos hablando desde un mundo (el nuestro cotidiano), soberanamente perverso. Entonces el hecho de estar mostrando una sociedad donde están más explícitas las relaciones con lo no dicho, no implica un nivel de perversión mayor que el de una gran ciudad o una clase media donde todo eso está mal visto. Concretamente hablamos de gente que ama como puede, y de gente que trata de utilizar a los otros humanos para sus propios intereses. Y eso como síntesis podría definir cualquier barrio de cualquier ciudad así como cualquier aldea de cualquier época, incluso y sobre todo la famosa aldea global.
Más me parece interesante pensarla en términos políticos, por ejemplo. En cómo la gente que se sirve de que los más débiles no accedan a la razón para poder dominarlos, después no pueden andar esperando que las reacciones se remitan a esa misma razón que les están escondiendo. Explotan como pueden, y agarrate. Y esa explosión no tiene por qué ser lógica, ni positiva siquiera, ni para el débil ni para el fuerte. Es lo que es.
eslabonpodridoUltracine: Siempre afirmaste que te gusta mezclar géneros ¿Cuáles definirías como los principales en “El eslabón…”?
Javier Diment: Es un cuento para adultos, una fábula, un drama rural, con rasgos de comedia negra, es gore, momentos de suspenso, ternura, con un cierto erotismo extrañado, melodrama trágico y también un thriller de venganza.

Ultracine: ¿Considerás que gran parte de tu cine es provocador y disrruptivo? ¿Es tu intención al filmar?
Javier Diment: Sí, soy consciente de que mis pelis provocan ese efecto. Y no es mi intención per se el andar provocando. Lo que pasa es que me interesan cuestiones tales como el dolor, el abuso, las dinámicas de la opresión, lo no dicho, que cuando aparece es algo, digamos, ruidoso, y alguna gente puede sentirlo como provocación. Pero la verdad es que lo que más me interesa se ubica atrás de eso, son los mecanismos por los que se manifiestan el amor, el miedo, la agresión, en medios más extremos, en los que todo queda más expuesto, pero no son diferentes de los cotidianos. Pero qué se yo, a mí no me resultan provocativas las mismas cosas que a otros, y esta película si bien la entiendo como intensa, no le resulta revulsiva a mis baremos.

Ultracine: ¿Cómo surgió la producción de la película? ¿Qué productoras intervinieron? ¿Se hizo con vía del INCAA?
Javier Diment: Es una segunda vía, producida por mí. No hay coproducción. La presenté al INCAA, la aceptaron, llamé gente para ocuparse de la producción propiamente dicha, y la hicimos.

Ultracine: ¿Cómo elegiste a los actores? ¿Cómo fue el trabajo con ellos?
Javier Diment: En Ziembrowski pensé desde el primer momento. Continuando sin querer con la primera pregunta, otro nombre que tuvo la película en algún momento fue “El bobo”. Y en todos estos años era muy común con Luis que delirásemos al respecto de El Bobo. A él le pedí el contacto con Marilú Marini. Se conocían y se caían bien pero nunca habían trabajado juntos. Eso me jugó muy a favor para que ella acepte. Ella es lo más, buscarla a ella para ese personaje era más que poner, no sé, a Meryl Streep, más que Mirtha Legrand mirá lo que te digo, jaja. Así que fue un flash que acepté. Le gustó el guión, le gustó laburar con Luis, aceptó, y la rompió. Es muy genial todo lo que hace, le da una dimensión a la película que le agradezco todo el tiempo; y encima tiene una onda y una generosidad increíbles… una recontra grosa. Después fui llamando gente conocida y talentosa, con la que pueda charlar y entenderme. No era un proyecto sencillo y necesitábamos una cierta empatía para poder ir todos en la misma dirección. Por suerte se armó un elenco excelente. Lo único que no conseguí en tiempo y forma fue un actor para el cura. Le ofrecía a uno, su representante me pidió una fortuna absolutamente imbécil, otros dos no podían porque estaban con laburo, se me venía el rodaje encima, y además estábamos mal de presupuesto, así que me puse yo para el cura. Ale Catalán (que me daba clases hace un par de años de teatro) y Macarena García Lenzi, dos directores tremendos, me dieron una mano para preparar un poco el personaje, un par de ensayos con cada uno, que me sirvieron para tener una base de la que agarrarme. Y Martín Blousson, el montajista (y coguionista, y asistente de dirección), me terminó de dirigir en post producción, cortando y dejando afuera la mayor parte de los momentos en que daba vergüenza ajena.
El trabajo con los actores fue de mucha conversación más que nada. Laburamos y todo, pero son todos muy grosos, por lo que fue más de charlas para sintonía fina, algunas improvisaciones y lecturas de guión, y después a disfrutar de ver a esos personajes tomar cuerpo, volumen y potencia.
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Ultracine: ¿Dónde se filmó?
Javier Diment: En una estancia medio abandonada en Vicente Casares, cerca de Ezeiza. Hubiese querido hacerla en las sierras de Córdoba, pero no me dio el cuero. Así que inventamos un pueblo a partir de unas ruinas. Ahí Sandra Iurcovich, la directora de arte, hizo magia la verdad.

Ultracine: ¿Cuánto tiempo duró el proyecto: preproducción, rodaje y post producción? ¿Cómo fue el proceso?
Javier Diment: Fue, en términos de tiempos, bastante normal. 4 semanas de pre, 5 de rodaje, unos meses de post, no sabría decirte cuántos. Tuvo muchos vaivenes porque hubo una guita que estaba y finalmente no estuvo. La protagonista iba a ser una escocesa que vino a Buenos Aires y después de la primera semana de rodaje se rayó y se fue. Ahí entró Paula Brasca, que estaba para un personaje pequeño y de un día para el otro tuvo que saltar como una leona a hacer ese personaje tan complejo. Lo hizo espectacular y lo que en principio fue una noticia tremenda (que la otra actriz abandonase el rodaje), se convirtió en una bendición que mejoró muchísimo la película.

Ultracine: ¿Cuál fue tu mayor dificultad y tu mayor satisfacción al hacer la película?
Javier Diment: Por esas complicaciones de producción que te comentaba, las dificultades al principio fueron muchas. Surgen conflictos, algunos se resuelven bien. Te cruzás también con gente de mierda que aprovecha el bardo, pintan los amigos que ayudan a reordenar. Lo más difícil fue la última semana de pre y la primera de rodaje, que es donde saltaron todos los bardos. Pero una vez encaminados, ya fue buenísimo. Y la satisfacción es que estoy muy contento con la película. Me queda la sensación de haber aprendido montón haciéndola, de cine, de contar historias, de todo un poco… Y que finalmente, después de muchas vueltas, terminó quedando bastante cercana a la idea inicial que tenía.

Ultracine: ¿Qué diferencias encontraste en el trabajo respecto a tus películas anteriores?
Javier Diment: Estoy más grande, tengo un poco más de claridad en relación a qué quiero y qué no, estoy más conectado con la historia que quiero contar que con las pelotudeces mías, digamos, de la construcción de la identidad, que siempre se ponen un poco en juego. Me la tomé más en serio, por otro lado. Estoy más seguro entonces el trabajo es menos ansioso. Y a la vez me doy más bola en buscar lo que yo quiero, en dejarme llevar menos por el caos y lograr estar más centrado en el resultado. Ahora quiero seguir filmando mucho más, para seguir ese camino. Quedé cebado, miro mucho, leo mucho, trato de aprender… esas cosas…

Ultracine: ¿Cómo fue el recorrido por festivales? ¿Qué feedback tuviste de los críticos, los realizadores y el público?
Javier Diment: Fue buenísimo. Muchos festivales, unos cuantos premios, de público y de jurado, una muy buena respuesta en general. Y cuando digo buena respuesta hablo de variedad de respuestas, interpretaciones, reacciones… Veremos ahora cómo se la toma el público argentino.

Eslabón podridoUltracine: ¿Cómo se planificó la distribución y la exhibición?
Javier Diment: El lanzamiento lo está organizando Daniel Botti, (que fue también uno de los productores ejecutivos, junto con Vanesa Pagani). Es un lanzamiento contenido, entre 7 y 10 salas sería la idea. La distribuye Aura y Cynthia Sabat está haciendo la prensa con muy buenos resultados. Daniel es el que se ocupa de guiar la movida. Estaríamos haciendo un canje por segundos de publicidad en canal 13 (no muchos y en horarios marginales, pero es lo que hay y esperemos que sume), publicidad en radios, siempre por canje, y armando una movidita que pueda dar un buen boca en boca, que yo a eso le tendría confianza, si no fuese que la peli seguro va a durar muy poco en las salas más convocantes. Pero bueno, iremos viendo. Como sea, el estreno en salas es una pata más de una película que aspira a ser vista a lo largo de los años, y no tanto por una masividad en lo inmediato. Y creo que esa conciencia también te ubica en relación a qué tipo de peli vas a hacer.

Ultracine: ¿Qué proyectos tenés para el futuro?
Javier Diment: Estoy produciendo una película para el año que viene. Se llama “Piedra, papel y tijera” y es una ópera prima de Macarena García Lenzi, una autora y directora de teatro muy genia. Es una adaptación de su propia obra, con Matías Marmorato, Agustina Cerviño y Valeria Giorceli, que está buenísima, un humor negro, un suspenso, y un nivel de penetración psicológica que explota. Y además presentando proyectos al INCAA. Haciendo carpetas, que es lo que más hace un realizador independiente…

“El eslabón podrido” se estrena el jueves 16 de junio, distribuida por Aura, en 9 salas: Village Caballito, Village Neuquén, Cinemark Puerto Madero, Cinemark Tortugas, Cinemark Santa Fe, Cine Gaumont, Showcase Córdoba, Hoyts Morón y Hoyts Quilmes.

REDACTOR_ULTRACINEcarina-rodriguez

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