La película ganadora del Premio Una cierta mirada de Cannes se estrena el 28 de julio en cines argentinos distribuida por LAT-E.
Hay películas que tienen méritos tan solo por el hecho de que son realizadas en lugares inhóspitos y poco orientados a la producción cinematográfica, como Islandia, y que nos acercan a realidades desconocidas como “Rams. Dos hermanos y ocho ovejas”. Sin embargo, esta tiene también el mérito de ser una película con interesantes decisiones estéticas. Fue presentada por primera vez en el Festival de Cannes (donde obtuvo el Premio Una cierta mirada) y ahora llega a los cines argentinos.
Islandia es un país que en su totalidad tiene menos habitantes que varias de las comunas del Gran Buenos Aires de la Argentina (la cifra estimada es 330. 000 pobladores, lo que lo deja último en el ranking de los países más poblados de Europa), una naturaleza variada y fascinante (fiordos, montañas nevadas, géiseres en erupción, aguas termales) y una artista reconocida internacionalmente como Björk, quien también fue la anti-musa de Lars Von Trier en la temible “Bailarina en la Oscuridad.” Además, es pertinente decir que cuenta con la rareza de ser el único país en el mundo que pudo confeccionar el árbol genealógico de todos sus ciudadanos.
En lo que respecta al cine propiamente dicho podríamos referenciar al cineasta Baltasar Kormákur quien logró poner un pie fuerte en Hollywood con la acertadísima “Everest” (estrenada el año pasado en la Argentina) que volvió sobre la trágica expedición de 1996 hacia la cumbre de la montaña homónima donde varios aventureros perdieron la vida un poco por negligencia humana y otro poco por las adversidades impredecibles del clima a tan altas alturas que no solo condicionan la marcha sino las decisiones que toman las personas en esas especiales circunstancias.
Pero “Rams” no tiene nada que ver con Hollywood, ni con trágicas epopeyas. Aunque tenga nieve, tormentas y también drama. Fue producida mayoritariamente con capitales europeos provenientes de Dinamarca, Noruega y Polonia, además de Islandia. Su entorno es en las montañas pero no se ve ningún campamento, ni escalador buen mozo, sino más bien una comuna en un remoto valle al Norte de Islandia con una actividad granjera acotada, poquísimos pobladores y orientada a la producción de ovejas donde viven dos hombres que no se hablan desde hace más de cuarenta años: Kiddi (Theodor Juliusson) amante de la bebida que no duda en sacar su arma si su cólera así se lo indica y Gummi (Sigurður Sigurjónsson) completamente abocado al cuidado de sus ovejas. Ambos crían carneros del mismo linaje ancestral y cada año son rivales en una Competencia que premia al mejor animal. El detalle es que son hermanos.
La historia está basada en las propias vivencias personales del realizador Grímur Hákonarson, quien hasta los 17 años pasó sus veranos en una población similar con sus abuelos (a quienes dedica la película) porque sus padres fueron criados en el campo. Su mismo padre fue quien le suministró información para desarrollar una parte del conflicto de la historia centrada en un supuesto brote de tembladera, una enfermedad que ingresó a Islandia en el siglo XIX -vía Inglaterra- y ataca a los animales.
Fiel a las narraciones del cine, digamos, de arte, la mayor parte de la “Rams. Dos hermanos y Ocho ovejas” está contada con cámara fija y planos austeros muy bien construidos. A través de este modo del relato nos vamos adentrando en los días y las noches de Kiddi y Gummi y sus tensiones: por la tierra, por saber quién tiene el mejor carnero y las mejores ovejas. En ese tenso equilibrio todo marcha como siempre hasta que la epidemia azota a la región y debe ser erradicada. Y Gummi lo intuye: el “remedio” a esa enfermedad seguramente sea el sacrificio de sus animales. En el medio del conflicto también deberá enfrentarse a la irracionalidad de su hermano mayor.
No es fácil contar una historia de traiciones parentales, naturaleza acechante y problemas con el vecindario con pocos recursos y animales en el medio. Pero Grímur Hákonarson se las ingenia muy bien. Tiene un gran aliado: al actor Sigurður Sigurjónsson, el misterioso Gummi, que cumple muy bien todos los “mandatos” del director: cocinar, cuidar las ovejas, someterse al frío y al viento como si fuera un lugareño más. Sin embargo, y contra todos los pronósticos, Sigurður Sigurjónsson no es un actor no profesional: es un reconocido artista, fundamentalmente comediante y líder del grupo Spaugstofan, que actúa regularmente en el teatro y la televisión de su país. Sigurður es tan buen actor que parece que toda su vida ha estado criando ovejas. Y construye un vínculo con estas que va más allá de la ficción, que tiene algo de verdad: en el trato, en el cariño que les ofrece, en la manera de manipularlas y mirarlas. Por supuesto, también le aporta los toques de comedia que necesita una película que oscila entre el tono costumbrista y el suspenso.
Hay que decir que las ovejas y los carneros también son buenos actores. En la escena final, bella, épica, en medio de una tormenta de nieve pareciera que obedecen bien las indicaciones. Sin develar detalles, diremos que en el final la película muta en un film poético, de un tono más metafórico que realista y con un plano final emocionante.
De todas maneras, y como un buen cineasta, Grímur Hákonarson pinta la mayor parte del tiempo su aldea, su gente, sus rutinas, sus amores y desamores, su soledad en medio de las montañas y la nieve con el frío alrededor. Va sobre sus pequeños placeres cotidianos “sin mujeres”. Por ejemplo, el de la cena de Navidad donde Gummi celebra solo vestido para la ocasión, con espíritu festivo, una radio y una lata de gaseosa en la mano mientras se cocina un plato especial. El conjunto es simplemente maravilloso. Luego, claro, lo desopilante: el festejo no es solo para él: su carnero favorito, en la clandestinidad, también tendrá oportunidad de celebrar su propia Navidad.
A Hákonarson le fue bien con esta película y ya está trabajando en el guión de “The County“, un film que volverá sobre algunos de los rasgos distintivos de “Rams”, como por ejemplo la mezcla de comedia y suspenso y el entorno rural, pero donde los protagonistas no serán los hombres y sus ovejas sino una mujer y las vacas. Una protagonista que también saldrá del placard para romper con algunos de los parámetros de la comunidad en la que vive. Para producirla espera reunir al mismo grupo que lo acompañó en “Rams”.
“Rams. La historia de dos hermanos y ocho ovejas” es una gran oportunidad para acercarse a un entorno realmente único, de esos pocos que quedan en un planeta cada día más urbanizado y “conectado”. Distribuida por LAT-E, se estrena el 28 de julio en cines argentinos.